La Criolla: VUELA DEL NIDO CON TODO SU SAZÓN
Carmen Maldonado vende La Criolla, Inc. luego de cuatro décadas al timón de esta empresa de sazones y comestibles, pero deja una historia asombrosa de una latina emprendedora. Carmen era una enfermera con tres niños menores de edad, cuando su esposo Avelino, fundador de la compañía, muere en un trágico accidente automovilístico. Entonces tomó el mando del negocio y lo creció al punto que hoy La Criolla se distribuye en mercados como Walmart, Mariano’s y Meijer. Negocios Now les trae una entrevista con la empresaria (a la derecha) a tono con el enfoque de esta edición: Negocios de Familia.
La Criolla tiene los ingredientes y sabor del hogar de un próspero negocio familiar. Fue fundada por Avelino Maldonado a finales de los años 1950, quien después falleció en un accidente automovilístico. Carmen se fortaleció por el dolor y no se rindió. Tomó el timón de la empresa con tres hijos menores de edad para navegar en un océano de incertidumbre.
Aquella valerosa criolla pronto sintió en carne propia lo que es manejar un negocio en territorio salvaje de puros hombres. Y no faltaron quienes la quisieron humillar, la trataron de desanimar, e incluso intentaron comprarle La Criolla por un precio de risas.
Pero nada detuvo a esta empresaria boricua de origen. No solo se trataba la herencia de Avelino, sino el sustento de la familia por la que luchó su esposo: La Criolla no solo sobrevivió, sino que creció a un punto impensable, hace 40 años, cuando Carmen agarró las riendas con firmeza.
Antes de decidir la venta, la marca llegó a los apreciados estantes de Walmart, Target, Mariano’s y un sinnúmero de mercados por toda la ciudad de Chicago, incluyendo Meijer, el último en colocarlo.
En busca de los herederos
La decisión de vender La Criolla, una marca que apela a una cultura de ancestros de una larga saga y profunda, no fue de la noche a la mañana. Comenzó a vislumbrarse hace unos dos años, como preparan su retiro los grandes. Era hora de pasar la estafeta. El ave debía volar. “No tenía apuros por vender. Para nosotros es más que una marca del sazón. Buscaba un comprador adecuado, que le diera el mismo cariño y amor que le dio mi familia”, comienza Carmen el relato de su reciente empeño: la transición.
Consiguió a tres inversionistas jóvenes, motivados listos para llevar a la empresa a un nivel superior. Una de las razones de Avelino para apostar por La Criolla fue sacar adelante a su familia, especialmente trabajar para el futuro de sus hijos. Esa meta fue cumplida con creces. Carmen observa el camino recorrido con satisfacción: “Mis hijos están adultos, todos están preparados y educados, y ese es mi mejor orgullo”. Ellos siempre fueron su prioridad número uno y fue por ellos en gran parte que pudo saltar todos los obstáculos para una mujer y latina al conducir un negocio de este tipo. Cumplida su misión, esta guerrera considero que ya era tiempo del reposo, de disfrutar plenamente de sus hijos, sus nietos. “Y viajar un poco”, sonríe.
En los últimos años hizo muchísimo por poner a La Criolla en los principales mercados de la ciudad, Carmen reconoció los nubarrones en su travesía, el creciente desafío de estar en una industria en continuo cambios. Desde aquellos primeros años de estrecheces, la industria ha cambiado y está en un proceso de transición, de fusiones y adquisiciones de empresas. Viendo lo logros de los últimos años alcanzó a ver el desenlace: “Estaban las condiciones para la expansión de La Criolla, sentimos que era un momento de tomar la decisión”.
La llegada de Silvia
En una época en que el marketing y las nuevas tecnologías definen el presente y futuro de una empresa, la llegada de su hija Silvia a La Criolla hizo una diferencia enorme en los afanes de Carmen de crecer, con la ayuda de una nueva generación.
“Mi mamá y mi padre han sido una inspiración para mí en negocios, para hacer algo que amas todos los días” comienza su homenaje al fundador. La heredera recuerda los años en que llegaba a Randolph Street, el templo de la cocina donde ha radicado la empresa desde su fundación, desde que era niña, hacía haciendo llamadas de ventas.
“Mi padre decía ‘Haz lo que quieras hacer. Puedes hacer lo que quieras hacer’. Él era muy alentador y me apoyó desde muy joven”, recuerda con amor. “Y creo que los niños toman esos valores desde temprana edad, así que cuando me uní a La Criolla con mi madre me dije: ‘puedo hacer cualquier cosa. ¡Quiero crecer la Criolla!’. Es un gran producto”. Silvia creció con el negocio, era el legado de su padre, creía en él y estaba convencida de que debería estar en todas partes, en todas las estanterías.
La Criolla importa de Latinoamérica o de España especias y hierbas para cocinar, vende vegetales, frutas y otros alimentos en conserva, además de pastas, harina, miel de abeja y una variedad de frijoles. En total llegó manufacturar más de 150 productos. “Llegue con mucho entusiasmo, con una visión de crecimiento agresiva, ampliando la distribución, trabajando con minoristas y distribuidores”, relata como quien recuerda un sueño. “Realmente sólo le infundí a mi mamá una nueva perspectiva, traje ojos frescos en la comercialización”. Para Silvia el sazón era el mismo. “Pensaba que todo el mundo debería saber sobre nosotros. Yo solía trabajar en la televisión, en NPR y con los medios de comunicación, como NN”. Pero realmente fue la pasión por el producto el origen de sus convicciones. “Había que hacerlo fácil de comprar, ponerlo en el estante para que usted no lo estuviera buscando. Uno de los objetivos era colocarlo en mercado como Walmart, Mariano’s y Meijer, pero ahora en todas partes puedes comprar La Criolla”.
El vuelo al futuro
Silvia está muy orgullosa de la venta de La Criolla, porque ese era su plan desde que se incorporó hace dos años. “Nos dijimos: vamos a crecer, a crecer lo más que podamos conseguir. Tiene que ser un pájaro que crezca y vuele del nido como si no pudiéramos retenerlo. Ahora está listo para ir a todas partes, a todo el país y más allá”.
Así encontró a la gente que realmente podría tener el capital, los recursos que se necesitaban para que La Criolla pudiera convertirse en una empresa nacional “Era lo que realmente queríamos hacer, posicionarla para el crecimiento. Y me encanto la mediación”, concluye su relato. Silvia fue un impacto importante en Carmen, al unirse al negocio. Pero se dio cuenta que ella tenía sus propias ideas y que estaba lista para tener su propio negocio, aparte de La Criolla, emprender su propio vuelo, comenzar su travesía.
Concretada la venta de La Criolla, Silvia se aventuró en abrir Breathe Bar, a una cuadra de lo que hasta no hace mucho fue el negocio familiar. “A ella siempre le encantó todo eso de ser ‘holistic’ y lo que es ‘wellness’. Entonces yo apoyé a ella y ella me apoyó a mí a vender más o menos que fue como una decisión mutua.”, dice Carmen.
Al hablar de la relación de madre e hija conduciendo la empresa, Carmen asegura que no fue difícil. “Lo que pasa es que a veces uno trata de inculcar sus ideas a otra persona, bien sea su familia o no. Hay que dejar que una persona crezca, haga errores, y que se desenvuelva ella misma. Creo que allí está la dificultad: a veces nosotros como padres no queremos aflojar”, confesó.
“La Criolla con Sazón”, como se titula su historia de éxito en Así lo hicieron, el libro empresarial del periodista y editor jefe de NN Clemente Nicado, no se despega del todo del negocio dejado atrás. Ahora se desempeña en su consultoría para los nuevos dueños.
La experiencia y los secretos de la cocina siguen vivos y pasan a sus herederos. “Estoy a su disposición. Claro yo quiero que siga el nombre y estoy dispuesta a ayudarlos en lo que ellos quieran”, dice con generosidad. “Yo creo que La Criolla está bien lista para ser una firma nacional. Tiene la marca registrada, los productos, los clientes, los suministros desde hace años, mientras trabaja en seguir mejorando los canales de distribución”, explica.
-¿Entonces Carmen Maldonado no va a extrañar La Criolla cuando vaya a un mercado y veas el producto en los anaqueles?.
– No, al contrario -responde-. Me encanta verlos ahí, acomodarlos siempre, bien presentados ante el público. Son como mis hijos.
Y sonríe satisfecha. (CN).